Sentir no es quedarte en el umbral de la puerta observando cómo pasa la vida.
Es abrirla de par en par, aunque el viento te despeine los miedos.
Es permitir que algo te duela y aún así quedarte, mirar de frente, respirar hondo.
Porque sentir también es rebelarse contra la costumbre de no sentir nada.
Es incendiar la apatía con el fuego de lo que aún te conmueve,
aceptar que doler es parte del milagro
y recordarte viva, incluso cuando el mundo te prefiere dormida.
Adriana Blanche
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