Mujeres que se atrevieron a vivir esclavas solo de su esencia natural.
A sentir sin pedir permiso,
a gritar sin usar la voz,
a encender con gestos lo que otros callaban.
No obedecían relojes ni dogmas,
bailaban al ritmo del viento,
curaban con la tierra,
y amaban con la fuerza de un relámpago.
Pero lo raro asusta,
lo libre incomoda,
y lo genuino provoca caos.
Se nos ha enseñado a ser envase,
nunca contenido.
Las llamaron brujas para callarlas,
pero en verdad eran raíz, fuego y espejo.
Y cada vez que una mujer recuerda quién es,
una de ellas vuelve a respirar.
Yo también soy una de ellas.
Llevo la llama en la mirada,
el caos en el pulso,
la ternura como hechizo.
No vuelo en escoba,
pero sí cuando amo, cuando creo, cuando ardo.
Y si eso es ser bruja…
que nunca me curen.
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